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Foto de Félix Albo 

DESGRACIA

¡Qué desgracia! Todo lo que era redondo, perfecto,
tus pupilas donde me ahogo cada noche,
las manchas de las botellas de vino sobre el mantel,
esas ollas donde mi madre cocinaba las albóndigas del domingo,
las ondas que dibujaban las gotas de lluvia en los charcos frente a tu casa,
el trasero de la mujer del frutero, majestuoso entre tomates y naranjas,
las sandías de verano a punto de reventar de jugo,
todo palideció aquella noche cuando salió ella,
aquella luna tan llena.
Tan redonda era, tan arrebatadoramente esférica,
que desde entonces lo demás me parece ligeramente ovalado.

PALABRAS LUNERAS


Mira papá -le dijo el niño de ojos grandes- la luna está completa

Se dice llena -le repuso el padre acariciándole el pelo y compartiendo una sonrisa y la dirección de la mirada. 

Llena siempre está; a veces de nada, a veces de leche, pero hoy está completa. ¿No la ves? ¿No ves que no le falta de nada?

Y era verdad. Esa noche, a la luna inmensa, no le faltaba de nada.

LUNA

-No sabría qué decirte, es… redonda

-¿Es alta?

-Sí

-¿Guapa?

-Mucho

-¿Ya te has acostado con ella?

-Sí, claro

-¿Sabe cantar?

-No, solo baila un poco

-¿Es tímida?

-A veces, tiene sus días

-No me digas más…variable y exigente ¿no?

-Variable sí, pero exigente…no.

Haga lo que haga estará conmigo, así, como es ella,

redonda y guapa.

SE ME ESCAPÓ


Desde pequeñito los globos le habían fascinado. Cuando le preguntaban que qué quería de regalo él siempre decía que un globo. Así su casa y su vida se fueron llenando de globos de todos los tamaños, formas y colores. Aprendió globoflexia, para modelar el aire, y sentir los globos.
Soplaba e hinchaba todo aquello que se podía llenar de aire, bolsas de plástico, de papel, guantes, preservativos, tripas de embutidos…

Tal era su obsesión que en cuanto pudo se hizo globero, y todo el mundo le podía ver en la Plaza del Soplo, llenando globos de helio.

Se enamoró de la Luna. Después de tanto tiempo allí arriba, por fin la había reconocido. Era aquel globo que se le escapó de niño. Había crecido y estaba más guapa. Cada noche inflaba un ramillete de globos y como flores al viento los soltaba al vacío para regalarlos a su amante. Veía ascender los ramos de globos hasta ella, y cómo ésta le sonreía.

Dicen que una noche se infló de helio, sus pies se despegaron del suelo y comenzó a elevarse al encuentro de ella. Dicen que desde entonces la luna ya no se oculta.

NUNCA MÁS


Quiere ser arena arrastrada en un torbellino por un huracán, agua diluida en un mar inmenso. No necesita epitafios. Quiere ser la nada, desapareciendo como si nunca hubiera existido. Quiere olvidar el amor, el odio, la pasión, los sentimientos que tironean de su corazón, haciéndola dudar. Porque no es nadie. Porque no es nada. Porque no quiere sentir, porque no quiere llorar, porque no quiere amar nunca jamás. Quiere ser inconsciente de su cuerpo, que responde a la llamada. Y se niega a responder. Otra vez no. Nunca, nunca más.
Y llora. El viento seca sus lágrimas golpeando sus mejillas con su furia, dañando su piel, dañando su yo. Y le duele su dolor. Y le duele su vida. Y le dolerá su muerte. Aprieta los puños golpeando el vacío, sin alcanzar a su verdugo que ríe, esquivando sus débiles intentos por devolver los golpes. Y esa risa sardónica, la empuja más al borde del abismo. Porque no quiere que la locura se aposente en su interior convirtiéndola en una pobre loca, objeto de lástima y de burlas, mientras los demonios tiran de los hilos de su imaginación, después de expulsar a las hadas, usurpando su lugar.
Y sus manos se aferran a la roca, esperando una respuesta, un aliento de vida a su no vida. Una señal que marque el principio o el final, que decida si su suerte ya está echada. Cierra los ojos apoyando la cabeza en sus brazos, dejando que el sueño levite sobre ella, cubriéndola con su manto, dándole consuelo por unos minutos preciosos, en los que pueda olvidar como se siente y la decisión que ha de tomar. Mientras, en el firmamento, la luna decide ser dos veces luna en este mes. Luna azul…por ella, por ellas.

Escáner

Hacía un frío de muerte. Llegó al aeropuerto de Heathrow tres horas antes de la partida de su vuelo a Washington. Se dirigió a los mostradores de American Airlines y despachó las tres maletas. Pagó el exceso de equipaje, pidió ventanilla y le dieron las indicaciones precisas para llegar a la puerta de embarque. Mientras hacía la cola para embarcar, se le figuró aquel laberinto el de algunas prisiones, ideado para desconcertar, desubicar, desquiciar... Era su turno. Se quitó el reloj de pulsera, el cinturón, los zapatos y colocó la bandeja en la cinta del sensor. Luego atravesó el escáner. Pip, pip, pip... Volvió sobre sus pasos, y otra vez... Pip, pip, pip... El funcionario observó la imagen redonda y luminosa sobre fondo negro. Era tan bella y atractiva que no pudo evitar contemplarla largamente. Después lo dejó pasar, sin preguntas. A partir de aquel día el trabajador del aeropuerto no hace más que buscar en el interior de los pasajeros una hermosa luna llena.

Reflujo

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Blanco, rojo, cegadores los dos. Estridencia conjunta que me descompone. Pero no. Me cubro los ojos, me agarro el adbomen y me esfuerzo de nuevo, afán de hormiga, tenacidad de gota, convicción de marea, en reconstruir el pulcro, silencioso paisaje de la luna nueva. Negro paciente, dolorido, opaco, pero venda retirada, descanso al fin, por fin, una vez más. Y abrir los ojos...
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Sin título


El oficial de policía me preguntó si me sentía bien. No le respondí. 

Yo la he visto. Entró en mi dormitorio sin pedir permiso. Ni él ni nadie me harán decir lo contrario. 

Es pequeña, tiene los ojos oscuros y un corazón reticente que sólo late para provocar al mar. Dice que cada vez que lo mira, él se crece invadido por un amor de colegial. Y que cuando ella lo ignora, se retira avergonzado por haberse expuesto a su desprecio. 

Señor policía, ¿Qué más quiere que le diga?, yo estaba pensando de qué manera conquistar el mundo, cuando me miró.