Puede que entonces nos amáramos. Hoy estoy azul y roto de tantos virajes, de tantas caricias y abrazos, de tu poderoso cuerpo bajo el mío. Me lanzaste a esta playa y me sigues hablando bajito, incesante, como en un arrullo. Ya no te miro. Apenas te oigo mientras aprendo a navegar sobre la arena.
0 comentarios:
Publicar un comentario