Sigue a la mano de la madre el niño, como quien sigue una luz en una noche de primavera. Contento y seguro, incluso se atreve casi a soltarse de la barandilla. No pierde de vista los escalones que, en el entorno, le parecen más altos. Y también cruza su mirada con la de ella. Nervioso, sonríe, mientras sigue a la mano que baja y, sin parar, le espera.
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