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Volver

- Ve por donde quieras, pero dame la mano -le dijo su mamá, extendiendo el brazo flaco y largo que a él tanto le gustaba.
El niño quería bajar las escaleras de dos en dos y por donde nadie había pisado. La mano izquierda se aferraba a la barandilla solamente una vez entre cada columna y la derecha guiaba el movimiento rotatorio de su mundo en aquel instante. "No puedo caer", pensó, mientras deseaba caer. No quería hacerlo de cualquier manera; no valía tropezar con el rodapié ni botar sobre el trasero. No le apetecía deslizarse hacia el mundo que caminaba torpe y feo allá abajo. Ansiaba caer en espiral: girar y girar hasta llegar a los topos blancos de la blusa conocida, fundirse en el rojo y abrazar aquel cuerpo hasta el infinito. Volver, por fin.

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