Hoy que partes en ese autobús viejo después de intensas horas de lluvia, la pared se tiñe con extrañas letras negras. Se pinta lenta y amenazadora sin dejarme ver más que la sombra de dedos sigilosos que se alejan raudos.
Después de las risas y cuando aun estoy sintiendo tus pasos en la cocina y en el jardín, esas letras monstruo se convierten en mis carceleras. Y tanto miedo ronda, tanto, imperfectísima soy incapaz de todo. Tiemblo adrede para comprobar que existo…
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