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SUFICIENTEMENTE LEJOS

Hola Manuel.
Te habrás dado cuenta de que no estoy en casa. Espero.
En el aeropuerto salté al primer avión que volaba lo suficientemente lejos.
Te habrás dado cuenta de que hay muchas cosas por el suelo. Supongo.

Estuve a punto de tirarme yo misma.
Por eso salí corriendo.
Corriendo ya sin frenos.

Al amanecer de esta larga noche he ido al mar.
Tendida, me agarraba a la arena con todo mi cuerpo.
Quería aferrarla, sentirla, retenerla,
pero de mis manos se escabullía, de mi piel se resbalaba.
Me he dado cuenta de que eso, exáctamente, es lo que me ha pasado contigo.

Una voz de hombre abrió un paraguas para mi lluvia de lágrimas.
-¿Está bien señora?
De sus ojos interminables mi mirada viajó hasta el carro que arrastraba con sus propias manos.
-Lo llevo desde hace diecisiete años. Es para que la gente arroje a él lo que ya no le sirve.
¿Usted tiene algo?

-¿Cualquier cosa?
-Claro señora. Lo que ya no le sirva.

No pude apartar mis ojos del pozo de los suyos.

Suspendida en el tiempo
me dí cuenta de que en su carrito podría dejar
el miedo.
Miedo a mirar. Y a ver.
Miedo al horizonte.
Miedo a no creer.
Miedo al espejo.
Miedo a sentir miedo.
Miedo al vértigo. A saltar. A no volver.
Miedo a olvidar. Y a recordar.
Miedo a mis manos. Al reloj.
Miedo a la niebla. A encontrarme.
Miedo.
Sólo miedo.
Implacable.
Inservible.
Cárcel.
Miedo.

-¿Le pesará mucho?
-No señora, pierda cuidado.

Ahora que lo veo alejarse en el horizonte de arena, una sonrisa se dibuja en mi cara
y
me he dado cuenta de que ahora
puedo decirte
Adiós

1 comentarios:

Susana dijo...

Sencillamente me ha encantado. Precioso relato.
Un abrazo.