Cuando aquella tarde, sentada ante aquel ondulante torrente de hierba, la potente Dimetil-5-metoxitriptamina hizo su efecto Silvia se sintió arrebatada por una terrible fuerza succionadora. Justo en aquel momento era picada por un mosquito tigre que, viajando en el viento del delta, había venido a posarse justo en el centro su frente con depredadoras intenciones. De repente su consciencia ordinaria se precipitó en un huracán de indescriptibles sensaciones encontradas. El desmembramiento fue total. Luego vino el vacío. Más tarde aquel latir bombeante, ríos de agua y sangre fluyendo al compás de un gran corazón. Por un eterno instante, unidos por aquella sangre, cazador y presa eran una misma cosa. Después el pequeño vampiro levantó el vuelo colmado de aquel néctar. Y por un instante Silvia sintió que su alma se separaba de su cuerpo y entraba en el del insecto y, viéndose a través los ojos de aquel mosquito tigre, se supo bosque, pradera y mundo. El mosquito, aturdido tras el flash de la picada, reposaba ahora unos centímetros más arriba de aquella frente en un mar de cabellos color castaño claro.
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