¡yo no quiero ir! – grité - Sabes perfectamente que no me gustan los helados. Están fríos y me quedo todo pegajoso.
Pero él no me escuchó y mellevó.
Y ahora, mientras el juega con sus barcos en la bañera, yo no hago más que dar vueltas y más vueltas entre la ropa sucia de toda la familia.
La próxima vez que vaya a tomar un helado pienso esconderme y listo.
Perdonen que me calle, pero viene el centrifugado.
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