–Mamá.
–¿Qué?
–He visto un niño que lloraba
–¿Dónde lo has visto hija, en el cole?
–No.
–¿En el parque, en la calle?
–No, lo he visto en la tele, era negrito.
–Ah , seguro que debía ser en Haití, es un país que está muy lejos y ha habido un terremoto y muchos niños han perdido sus casas y también a sus papás.
–¿Y también los juguetes?
–También hija, también los juguetes.
(…)
–Mamá.
–¿Qué cariño?
–¿Le puedo regalar a Teddy a ese niño?
–¿un osito como el tuyo?
–No mamá, no uno como el mío, mi osito.
–¿Y tú qué vas a hacer por las noches, llorar como cuando vamos de viaje y se nos olvida?
–No mamá, ya soy mayor. Es que me dio tanta pena…y seguro que Teddy le seca las lágrimas.
–¿Estás segura?
–msí…
–Habrá que lavarlo, ¿no?
–Sí, está un poco mostosillo.
(…)
–¿Qué pondremos en la carta mamá?
–“Para el niño que lloraba”
–¿Y le llegará?
–Claro, los carteros son muy listos, también los de Haití.
–Ah, bueno.
–Dame un abrazo con beso.
–¿Por qué?
–No sé, me apetece.
–Ah, vale.
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