La historia, era tan triste que se ahogó en sus propias lágrimas. Pero de los cuentos no hay manera de deshacerse, son tenaces, casi immortales, se aferran a la vida con adverbios y subordinadas y aquel mar de lágrimas acabó transformándose en un Caribe infestado de tiburones. En un ojo de él, apareció un parche y en los de ella, que ahora eran verdes, una mirada asesina…
0 comentarios:
Publicar un comentario