Quiere ser arena arrastrada en un torbellino por un huracán, agua diluida en un mar inmenso. No necesita epitafios. Quiere ser la nada, desapareciendo como si nunca hubiera existido. Quiere olvidar el amor, el odio, la pasión, los sentimientos que tironean de su corazón, haciéndola dudar. Porque no es nadie. Porque no es nada. Porque no quiere sentir, porque no quiere llorar, porque no quiere amar nunca jamás. Quiere ser inconsciente de su cuerpo, que responde a la llamada. Y se niega a responder. Otra vez no. Nunca, nunca más.
Y llora. El viento seca sus lágrimas golpeando sus mejillas con su furia, dañando su piel, dañando su yo. Y le duele su dolor. Y le duele su vida. Y le dolerá su muerte. Aprieta los puños golpeando el vacío, sin alcanzar a su verdugo que ríe, esquivando sus débiles intentos por devolver los golpes. Y esa risa sardónica, la empuja más al borde del abismo. Porque no quiere que la locura se aposente en su interior convirtiéndola en una pobre loca, objeto de lástima y de burlas, mientras los demonios tiran de los hilos de su imaginación, después de expulsar a las hadas, usurpando su lugar.
Y sus manos se aferran a la roca, esperando una respuesta, un aliento de vida a su no vida. Una señal que marque el principio o el final, que decida si su suerte ya está echada. Cierra los ojos apoyando la cabeza en sus brazos, dejando que el sueño levite sobre ella, cubriéndola con su manto, dándole consuelo por unos minutos preciosos, en los que pueda olvidar como se siente y la decisión que ha de tomar. Mientras, en el firmamento, la luna decide ser dos veces luna en este mes. Luna azul…por ella, por ellas.
0 comentarios:
Publicar un comentario