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SE ME ESCAPÓ


Desde pequeñito los globos le habían fascinado. Cuando le preguntaban que qué quería de regalo él siempre decía que un globo. Así su casa y su vida se fueron llenando de globos de todos los tamaños, formas y colores. Aprendió globoflexia, para modelar el aire, y sentir los globos.
Soplaba e hinchaba todo aquello que se podía llenar de aire, bolsas de plástico, de papel, guantes, preservativos, tripas de embutidos…

Tal era su obsesión que en cuanto pudo se hizo globero, y todo el mundo le podía ver en la Plaza del Soplo, llenando globos de helio.

Se enamoró de la Luna. Después de tanto tiempo allí arriba, por fin la había reconocido. Era aquel globo que se le escapó de niño. Había crecido y estaba más guapa. Cada noche inflaba un ramillete de globos y como flores al viento los soltaba al vacío para regalarlos a su amante. Veía ascender los ramos de globos hasta ella, y cómo ésta le sonreía.

Dicen que una noche se infló de helio, sus pies se despegaron del suelo y comenzó a elevarse al encuentro de ella. Dicen que desde entonces la luna ya no se oculta.

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