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D I C I E M B R E

EL AGUJERO

Al final consiguió meter aquel desgraciado año y todo lo que él representaba en un infecto agujero excavado en la roca. Cerró la puerta y, aliviado, tiró la llave en un profundo pozo.  

PERO QUÉ HARTO ESTOY…

… de hacer guardia delante de tu puerta. Me conozco cada tabla, cada remache, cada fleje, cada grieta… He dibujado con la imaginación en las vetas de la madera hasta agotarlas. Una vez creí tirar con el sólo esfuerzo de mi mente un trozo de esas calichas rosadas que aborrezco porque me separan de ti. Harto estoy de desearle la peor de las muertes a ese déspota que se interpone entre nuestros cuerpos temblorosos de amor y deseo. No veo el día en que saldrás por fin para unirte a mí y correr libres por el mundo, sin ataduras ni compromisos. Desespero de dolor cuando te siento detrás, respirando agitada o, peor aún, gimiendo un llanto sordo y negro como el mío. Pero no puedo evitar volver una y otra vez, día tras día, ante tu puerta cerrada y olfatearla y mear. Y seguir plantado delante esperando desesperanzado esa tarde en que escapes por la rendija, cuando el déspota de tu amo salga a tomar café. Entonces sí que sabremos lo que es correr, cuando le dejemos atrás, sacudiéndole de alegría en las narices nuestros rabos enloquecidos como aspas de molinillo. ¡Que hermosa y qué grande y qué larga será nuestra vida juntos, amor! Sólo necesitaremos una guarida en el monte, una madriguera donde criar nuestros cachorros y el campo ancho donde buscar el sustento, sin horarios, ni piensos, ni correas, ni bozales… Pero ¿por qué me torturo con estas estúpidas fantasías? Jamás escaparás, jamás se unirán nuestros cuerpos como uno solo, jamás te oiré ladrar maternalmente a nuestras crías; jamás habrá campo, ni fuga, ni libertad. Él no lo permitirá. Afirma que nuestro amor es imposible. Y aun hablan de vidas perras. ¿Qué sabrán los que no han nacido, como yo, gato?

Manolo Shamán

Abrí la puerta

Abrí la puerta y entró mi padre- qué frío hace -dijo
Abrí la puerta y entro mi madre -te chirría mucho hija-apuntó
Abrí la puerta y entró mi hermana -Me quedo un ratito solo-masculló
Abrí la puerta y entraron mi abuelo y mi abuela-Traemos unos huevos
Abrí la puerta y entraron mi abuela y mi abuelo-¿Estás acatarrada?
Abrí la puerta y entraron mis dos tías y mi tio
Abrí la puerta y entraron mi prima y sus hijas
Estaban todos y todas, cada uno decía algo.
Y la puerta de mi casa se cerró de un portazo, alguien la dejó abierta y hay corriente.
Dentro se encendió un fuego, se aceitó la puerta, se paró el tiempo, se frieron huevos, se sonaron mocos y se escuchó cantar a las niñas.
Cuando el tiempo ruló de nuevo, volví a abrir la puerta y salieron diciendo algo.
Después la cerré y me quedé conmigo. Me dije algo, así para dentro. Algo que decía mi padre o mi abuelo o que alguna vez dijo mi madre. Pensé que a mi no me servía, así que abrí la puerta y la voz se marchó también .
Cerré la puerta y me acerqué al fuego para asarme unas castañas.

Detrás de esa puerta


Detrás de esa puerta me espera un barco. Un barco. Un inmenso barco pirata. Con doscientos setenta y seis tripulantes y una dama. Olga se llama. Me esperan para navegar rumbo a una isla y encontrar un montón de tesoros y pelear ciento y una batallas y muchas tardes de viento en popa a toda vela. Detrás de esa puerta me espera el mar, con sus ballenas y un pulpo gigante de cuarenta y seis brazos y unas ideas nada benévolas. Detrás de esa puerta hay un castillo, asediado durante doce días. Y en el castillo setecientos hombres buenos y ochocientas doce mujeres mejores, y un rey, y una reina y una princesa: Olga se llama. Detrás de esa puerta me espera un globo aerostático, y ochenta días, y un mundo al que darle la vuelta, y un avión de guerra y una mujer judía, o musulmana, o vietnamita, o republicana, o maya, o persa, o india, siempre de nombre Olga. Detrás de esa puerta me espera la selva, y el pueblo, y Manhattan, y Zalamea, y la noche de Reyes, y el Nilo, y el Cáucaso, y un concurso de volar cometas y una noche estrellada en que la tuve entre mis brazos y... una mujer. Una mujer de voz suave, siempre, y sonrisa aún mejor, siempre, que viene conmigo en todas, todas las aventuras que me aguardan detrás de esa puerta. Y aunque a veces intente cambiar de nombre, yo siempre la llamaré Olga.

Esa puerta, roja, chiquita y vieja es la puerta de mi biblioteca y dentro, está Olga, mi bibliotecaria.