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UNA BICICLETA

Vi la bicicleta a lo lejos, en medio del campo, entre viñas y brisas, recortada contra el cielo en un cambio de rasante. Mi mente, adormecida por el caminar, revoloteó fantaseando sobre quién habría podido dejarla allí en medio. Pensé en una mujer con una urgencia, solitaria entre los pámpanos, agachada, admirando el atardecer. Pensé en un chico rezagado, dejando allí su máquina harto de dar pedaladas en la bici de su hermana. Pensé en un pinchazo inoportuno y alguien esperando el paso de un coche que no pasaba. Pensé en mi primera bicicleta, vaya trasto maravilloso, ¡dónde acabaría, cuántos años! Pensé en un regalo del buen Baltasar, extraviado por un malentendido.

Al llegar al cambio de rasante, comprobé que aquella bicicleta no sólo se parecía a mi primera bicicleta, sino que era exactamente como mi primera bicicleta, con el mismo guardabarros torcido y el timbre naranja. Pero no tuve tiempo de maravillarme por entero, pues en seguida surgió entre las viñas una mujer aliviada. Los dos vimos que tomaba la curva un niño fastidiado dispuesto a recuperar la bici (aunque fuera de su hermana). Los tres nos quedamos mirando al hombre que nos pidió ayuda para desentrañar unas instrucciones de parches en chino. Los cuatro nos fijamos en aquel hombre, negro, dulcemente dormido entre la hierba con una carta en la mano, visiblemente satisfecho de haber encontrado algo importante.

Todos cogimos la bicicleta y salimos pedaleando, cada uno a sus asuntos.

Llaneo


A veces, cuando siento en el pecho una cuesta arriba, cojo mi bicicleta y “llaneo”.
Busco el camino menos abrupto de los alrededores y pedaleo sin esfuerzo.
Contemplo  las montañas a lo lejos, imponentes , hermosas…pero yo “llaneo”.
Cuando la vida me late con demasiado esfuerzo, hago un paréntesis y  busco un paisaje fácil…

Hoy fue un día de esos. Me subí a la bicicleta y  pedaleé durante dos horas. Apenas me cansé.
Por el camino encontré a Remedios buscando setas, me contó que cada día encuentra cinco, sólo cinco hongos chuchurrios. Sale todos los días, busca durante horas y… cinco.
-Por algo será-me dijo animada
Poco más allá estaba Ramiro, el zahorí  del pueblo. Ahora está mayor y sordo, nadie le requiere ya, pero Ramiro pasea todos los días con su péndulo y cuando encuentra agua hace gestos raros y le gorgorea la garganta.
Me crucé también con “la mujer de cartón”, no sé como se llama, no habla, no saluda.
Sólo te sonríe  si la miras. Siempre va roja, empujando un carro  lleno de cartones arrugados.
Me crucé con otras bicicletas rápidas que no dijeron nada.
Me crucé con una ráfaga de viento y dos niños que buscaban moras
Me crucé con dos turistas que hacían fotos sin gracia.
Con varios coches sin rumbo ni concierto.
Con Braulio, que tiene un huerto muy ordenado, como un cajón de bragas de abuela.
Y también con el alcalde, que tiene un perro y un loro y los pasea. En realidad, el perro,que es enorme, lo pasea a él y mientras lucha por mantener el equilibrio, el loro en el hombro le pica la oreja.
Los paisajes humanos no siempre son fáciles. Algunas montañas se vuelven abruptas y peligrosas. No todo es un camino llano, ya , ya, ya, pero hoy yo “llaneo”.