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ENERO

MADRE

Sigue a la mano de la madre el niño, como quien sigue una luz en una noche de primavera. Contento y seguro, incluso se atreve casi a soltarse de la barandilla. No pierde de vista los escalones que, en el entorno, le parecen más altos. Y también cruza su mirada con la de ella. Nervioso, sonríe, mientras sigue a la mano que baja y, sin parar, le espera. 

Subir y bajar

El caracol es un animal que sube las escaleras sin prisas
Las prisas nunca suben bien las escaleras
Las escaleras giran y giran para que las subamos despacio
Despacio, despacio, baja despacio- me decía Lucía
Lucía es la chica que me gusta
Me gusta porque me entiende
Me entiende hasta mis tristezas más complicadas
Son complicadas, pero se las explico lentamente
Luego, lentamente, ella se acerca a mi mano
Mi mano coge la suya y juntos
Juntos bajamos, o subimos, la escalera de caracol

Volver

- Ve por donde quieras, pero dame la mano -le dijo su mamá, extendiendo el brazo flaco y largo que a él tanto le gustaba.
El niño quería bajar las escaleras de dos en dos y por donde nadie había pisado. La mano izquierda se aferraba a la barandilla solamente una vez entre cada columna y la derecha guiaba el movimiento rotatorio de su mundo en aquel instante. "No puedo caer", pensó, mientras deseaba caer. No quería hacerlo de cualquier manera; no valía tropezar con el rodapié ni botar sobre el trasero. No le apetecía deslizarse hacia el mundo que caminaba torpe y feo allá abajo. Ansiaba caer en espiral: girar y girar hasta llegar a los topos blancos de la blusa conocida, fundirse en el rojo y abrazar aquel cuerpo hasta el infinito. Volver, por fin.

SACA LOS CUERNOS AL SOL

Cuando escuchó por millonésima vez aquel - “Caracol, col, col. Saca los cuernos al sol, que tu padre y tu madre también los sacó” – decidió rebelarse y desafiar al destino. Con toda la fuerza que fue capaz de reunir en su concha, estiró y estiró la espiral, y frente a la mirada atónita de su padre y de su madre, hizo crecer de ella una escalera.

NADA ES LO QUE PARECE

Ven…, ven…,ven…parecía susurrar aquel brazo como una ala, aquella mano como una mariposa. Se iban moviendo gráciles, hipnóticamente delante de los ojos del niño, que absorto por aquellos movimientos de cisne, de bailarina no se dio cuenta de que la escalera descendía más y más, a lo profundo de la tierra, al inframundo, a aquel lugar del que jamás se vuelve.

Escapada

Usté me vá perdoná, ¿verdá don San Pedro?

Yo iba por ahí, por esos étere, desencarnaíto, como toca, y de pronto me topé con la escalera. ¡Una escalera de caracó! Y me puse en el úrtimo escalón, usté sabe, ná má pa verla… ¿no?

A mí es que mubiera encantao tené estudios, sé iginiero o arquitesto y podé hasé escaleras de caracó y pasarelas de barco y puentes venecianos… yo que sé, lo que yo hubiera jesho. Pero lo que estudié me dio pa las cuatro reglas, y lo que aprendí, pa juntá las tablas que forman una puerta o una cómoda de caoba. Que no digo questé mal er jasé esas cosa, pero uno tenía sus sueños de grandesa. Ara ya questí muerto po…

Totá, que estaba allí viendo la escalera y cómo se desenrollaba a mis pié, cuando pasaron lo sagale. Uno se paró a mi lao, me miró y me dio la mano. Debió de pareserle que yo no matrevía a bajá solo, allí parao en tor medio. Y yo se la dí. Que calorsito sentí al apretá aquella manilla. Y que fuersa y que tiento tenía er shavá en esos sinco deos. Valía pa carpintero, por mi mare. Ante de que me diera cuenta estábamo abajo...

No, por Dio. Ná má que me vieron lo shico. Los grande se dieron cuenta por las maritatas que hasían los niño y por las cosa que desían. Por ahí y por las preguntas que les jisieron fue como atinaron en quién era yo. Que si era asín o asán, que si llevaba una medalla ar cuello y que me miraran la mano deresha, a vé si tenía tó los deo. Y claro, don San Pedro, le dijeron lo que usté está viendo, que me farta la punta del índice y der corasón, que se las llevó la máquina de corte. Que ná má tengo los soquetillos pa gastá la broma de rascarme el ojo por dentro de la narí, que a mi Juanillo lasía retorserse de risa. A mi Juan se le cambió er coló de la cara, con tó lo que se reía cormigo, porque en la foto que tienen ello, la mano no sale. Y lo de los deo del agüelo, no lo sabían lo shiquillo. La Mari se tuvo que sentá y la Fefa, que siempre ha tenío la presensia de ánimo de su mare, la banicaba con un cartón, que doló de hija…

Ya ya sé que no hastao bien y yo le juro…

Perdón. Y yo laseguro que no va vorvé a pasá, que fue que me distraje y quer niño me cogió desprevenío, con ese desparpajo que tiene er joíoporculo ¡uy, perdonusté!

No me dio tiempo de má. De desí adió asín, con la mano mocha y sonreí mientra me venía otra vé pacá, cuando lescuché a usté reñirme. Pero no se me ponga asín, hombre, que fue sin queré y que no va vorvé a pasá nunca má.

¿Verdá que me perdona, don San Pedro? ¡Que usté también habrá jesho agüelo!

Manolo Shamán