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MAYO

ARRIBARON

¡Que cosas increibles! La primera vez que vi la foto, así de pasada, me pareció que estaba llena de gente, que en ese barco desharrapado, comido por el orín, viajaban cientos, miles de personas hacinadas como ganado. Y ahora lo encuentro extrañamente vacío, con la paciencia triste de quien sabe que va a durar mucho todavía, que el tiempo aún tiene mucho que morder y, de repente, me asalta  la esperanza de que toda aquella gente que yo vi, o creí ver, alcanzase alguna orilla y que en aquella orilla hubiese manos para todos.

"Esperanza"

Se llama “Esperanza”
y aunque fue buque, ahora es pecio.

De mares verdes y azules y negros y violetas.
De mares calmos y bravos y agitados y serenos.
De mares tontos y malvados y retorcidos y atravesados.
De mares sabios y amables y amorosos y justos.
De mares vivos y muertos y dormidos y soñados.

De vuelta de todos los mares, vino el “Esperanza” a embarrancar en la costa perdida del olvido. Se le fueron yendo todos los capitanes y perdió el rumbo. Royeron las ratas el cuaderno de bitácora y criaron en la brújula.

Ya no sabe los caminos y le aterra el horizonte.

Cree que la costa es un refugio y que de verdad existe la tierra firme.

Mientras no le despedacen las olas y el vendaval, seguirá varado en la escollera.
Ya le borraron el nombre el salitre y el tiempo.

Habría que ir y pintarle a proa uno nuevo. Escribir en letras bien grandes, y del gris acero de los barcos de guerra, la palabra “Rendición”. Eso no le devolverá a su derrota, pero tal vez lo obligue a hundirse de una vez.

Así, cuando toque fondo, se despejarán las corrientes que nos sacarán de este lugar maldito que, por no tener, ya no tiene ni nombre.

Manolo Shamán

Abuelo

El carguero estaba impertérrito junto a su nieto la barca, protegiéndole con el casco oxidado de las embestidas del mar.

“Abuelo”, dijo la barca, “de mayor quiero ser tan grande como tú”.

SUEÑOS

Mi otro abuelo me contaba cuando yo era niño, que se había distribuido mal la vida.

Que le había dedicado poco tiempo a perseguir sus sueños y que los perdidos se le habían acumulado.

Tantos -decía- que si los juntáramos serían como un enorme barco mercantil de esos, varados, oxidados y olvidados en la orilla de una playa sola siempre, y siempre tranquila.

¿Y sabes por qué he llegado a tan viejo? -me preguntaba, y sin dejarme tiempo a responder continuaba- Por un sueño muy especial que aún tengo después de haberlo conseguido durante una buena parte de la vida. Aún voy tras él.

¿Y qué sueño es? -le preguntaba yo con mi asombro de niño.

Uno muy especial, que tiene forma de barquita roja con barandal bordado en blanco. Con esa barquita me escapo muchas noches y remando remando, despacito lo alcanzo.

ADIÓS, SOLEDAD



Años, mejor dicho, siglos vagando en soledad por las ruinas del castillos de aquella isla que nadie visitó nunca.
Hasta que una mañana clara y fría de otoño lo vi acercarse a la orilla. Me subí a mi bote y remé hasta él. Nada más pisar la borda fui acogido y aceptado como uno más y desde entonces pertenezco por méritos propios a la tripulación de aquel barco fantasma.