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espera y verás

-Si no haces nada malo, cuando crezcas llegaras a ser un niño de verdad como Pinocho. Tienes un buen corazón.
-¿De verdad?- Preguntó el.
-Sí, de verdad- le dijo su hada- Ahora yo me voy, pero tú espera y verás-. Y, efectivamente, ella se fue.
El se quedó y no hizo nada malo. Se quedó recordando la historia de Pinocho, aquel muñeco como él que tantos dolores de cabeza dio a su padre y a su hada, pero como no quería caer en la misma trampa decidió no mirar por la ventana. Por ella se oían gritos, el ir y venir de gentes y a menudo risas, pero no cedió, no cayó en la tentación de mirar, no quería hacer lo mismo que los demás y acabar en la barriga de una ballena. Él tenía buen corazón.
Su hada le había dicho “espera y verás” y él, sin saber que sería lo que vería, se impacientaba. Después de mucho “espera que esperarás”, siguió esperando y cuando empezaba a desesperarse, intuyendo que el desespero no era bueno, y no queriendo hacer nada malo, decidió combatirlo con la esperanza y para no impacientarse más se durmió.
Un día la luz que entraba por la ventana lo despertó. Se sintió extraño. Notó un cosquilleo tan fuerte en su corazón que le vinieron ganas hasta de saltar.
-Espera y verás como se pasan- se dijo- no vaya a ser que mientras salto acabe por no ver lo que tanto espero.
Al cabo de un rato el cosquilleo se convirtió en un hormigueo y vio como de su pecho salía volando un bichito.
-Eh, bichito! ¿Quién eres?
-Me llamo carcoma.
-¿A donde vas?
-Hacia la luz.
-¡Pero en la luz está todo lo malo!
-Pero aquí no se ve nada, todo está oscuro.
-Espérate conmigo y verás. Creceremos juntos.
-No.
-Soy buena compañía, tengo buen corazón.
-Sí, es verdad que era bueno.
-Pero ¿Por que te vas?
-No lo sé. Adiós.
De pronto sintió un gran vacío y le invadió una extraña tranquilidad y sin la impaciencia que despierta la esperanza se quedó dormido como un tronco.

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