Los miraba desde que era niña.
Surcando el azul.
Dibujando el cielo.
Marcando caminos.
Le gustaba mirarlos cuando ayudaba a su padre en las tierras que cultivaba.
De pie, quieta, viajaba en cada estela.
Al atardecer le gustaba verlos pasar atravesando nubes de colores.
Y al caer del día, jugando a las escondidas entre las estrellas.
El aire tibio de las noches de verano le parecía el viento nuevo de cada viaje.
Sentada, junto a la puerta de su casa, sin moverse de su pueblo, viajaba.
Desde niña.
Hoy, por primera vez, es ella quien sueña por encima de las nubes.
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