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MIEDOS

Desde pequeñita era un saco de miedos. Siempre dormía con la luz encendida por miedo a la oscuridad, con los años no fue capaz de dormir si no había luz en la habitación. Le daban miedo las agujas, por eso miraba para otro lado cuando le sacaban sangre y siempre se desmayaba. Se compró un caniche para vencer su miedo a los perros, pero solo consiguió vencer el miedo a los caniches, el resto eran perros asesinos a sus ojos. Y ahora como terapia de choque su psicoanalista la obligaba a viajar en avión, lo que le resultaba tremendamente costoso porque al precio de las sesiones de psicoanálisis y de los billetes de avión, tenía que sumar el gasto en alcohol. Antes de embarcar se pimplaba media botella de ron que había comprado el duty free, botella que terminaba encerrada en el diminuto aseo antes del despegue, y después llamaba a la azafata una y otra vez para que le sirviera alcohol. Así entraba en un estado de catalepsia frente a la ventanilla en el que tan solo podía pensar en el miedo que tenía a volverse una alcohólica.

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