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LA OFRENDA

Abrió los ojos de nuevo deseando que todo fuese un espejismo. Que su imaginación le hubiese jugado una mala pasada. Llevaba horas sentada en la hamaca, respirando el aire salobre que traía consigo la humedad y el característico olor del mar.

A pesar del  frío, había decidido pasar un día en la playa. Maldita la hora. ¿Quién fue tan iluso para pensar que en otoño todo sería diferente a la época estival, en la que la arena apenas se veía entre las toallas, bolsos y cuerpos embadurnados de aceites y cremas solares?

Cierto que ahora no había nada de esto, pero la huella de su paso permanecía por todas partes.
Basura.

El ser humano seguía haciendo su particular ofrenda de mierda a la madre naturaleza. Y nadie, movía un dedo para impedirlo.

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