Tírame las cartas!- exigió mientras se sentaba en el sillon frente a ella.
La tarotista, prefería llamarse clarividente, cogió el mazo con cuidado, lo miró un momento, y se lo lanzó a la cara.
Mientras la clienta se marchaba insultandola por su grosería, ella se encendió un cigarro y sonrió mientras fumaba pensando en lo bien que se siente uno al quitarse de encima a un cliente insoportable.
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