Durante años, muchos, se había dedicado a una profesión apasionante. Recorría los pueblos narrando historias. Las garras de la crisis se cebaron en ella, como en tantos otros y, poco a poco, tuvo que ir dejando atrás altas en seguridad social, ivas, asesores, viajes, web, y todo el mundo que había creado en torno a su oficio. Con miles de euros en el aire que los organismos oficiales no soltaban, a pesar de sus denuncias y reclamos, un día decidió romper con todo. Dejó su maleta en un rincón y los cuentos en la estanteria y se compró una baraja de tarot. Hizo octavillas que repartió por la ciudad, y en un cuartito que decoró con velas, telas de colores, una bola de cristal y poco más, empezó a echar las cartas. Sin pagar impuestos, sin declarar nada.
Hoy, tiene un programa en televisión, en una de las cadenas más importantes, Varias lineas de telefono con "videntes" que en su nombre leen el tarot y sacan los cuartos a los incautos que se atreven a llamar y una preciosa casa en un país caribeño donde se va a retirar en breve, para disfrutar de su enorme fortuna el resto de sus días.
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