Era previsible que creciera un árbol en el balcón. Cuántas veces le dijimos a la abuela Teresa que no tirase las migas de pan del mantel en el balcón y cuántas veces hizo oídos sordos y dejó caer no solo migas sino también pequeños restos de fruta que sobraban del postre. Fuimos testigos de cómo por las noches, cuando creía que todos dormíamos, sacudía el mantel en el balcón para alimentar a las hormigas. Decía que a las trabajadoras había que sobrealimentarlas, que demasiado esfuerzo era llevar a sus espaldas una carga más grande que ellas mismas. Pero lo que consiguió fue abonar el cemento.
Cuántas veces le dijimos “no tires las migas al balcón, abuela, que va a crecer un árbol”. Yo creo que pensaba que eso de que creciera un árbol en el cemento era una leyenda urbana. Pero lo cierto es que en un año creció un pino-balcunotus. Uno de esos pinos raros que crecen en los balcones. El alcalde, impresionado, declaró al pino-balcunotus de interés turístico. Y ya no pudimos cortar el maldito árbol. Lo peor no es que ya no podamos tender en el balcón, o que sus ramas hayan crecido tanto que tamizan la luz; lo peor es que ahora la abuela Teresa tira las migas al tejado y si sigue así nos crecerá una palmera-tejanotus.
Cuántas veces le dijimos “no tires las migas al balcón, abuela, que va a crecer un árbol”. Yo creo que pensaba que eso de que creciera un árbol en el cemento era una leyenda urbana. Pero lo cierto es que en un año creció un pino-balcunotus. Uno de esos pinos raros que crecen en los balcones. El alcalde, impresionado, declaró al pino-balcunotus de interés turístico. Y ya no pudimos cortar el maldito árbol. Lo peor no es que ya no podamos tender en el balcón, o que sus ramas hayan crecido tanto que tamizan la luz; lo peor es que ahora la abuela Teresa tira las migas al tejado y si sigue así nos crecerá una palmera-tejanotus.
0 comentarios:
Publicar un comentario