Mi abuelo no regresó. Ella lo sabía y aún así, salía cada tarde a esperarle donde le había esperado siempre en su vida de casados. Casi toda la vida, en el mismo rinconcito del balcón. De esto hace ya siete años. Hoy mi abuela murió, pero ahí, en su rinconcito, queda el fruto de tanta constancia y tanta tristeza.
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